La idea principal que guía mi reflexión sobre las relaciones sociales es la de que en esta fase de crisis radical de la modernidad –a la que está conectado el fin del patriarcado– estas comparten una ambivalencia estructural. En especial si se piensa en los vínculos sociales en términos de calidad. Por un lado, el neoliberalismo (De Majo 2014), auténtica reestructuración del capitalismo en la era global, que favorece el nacimiento de formas regresivas y destructivas de los vínculos sociales: formas que oscilan entre el surgimiento de un individualismo narcisista, de un deseo ilimitado que deviene tanto aprobación como indiferencia, y el resurgimiento de una especie de tribalismo, entendido como retorno a formas excluyentes. Por otro lado, la disolución del patriarcado (Strazzeri 2015), que sigue ofreciendo grandes posibilidades de independencia simbólica, inscritas en primera instancia en la pluralidad de relaciones entre mujeres. Ello encierra una posibilidad inédita de nuevas relaciones femeninas, que personalmente imagino «planetaria», aunque también entre mujeres y hombres, que aun con sus diferencias irreductibles, aparecen unidos por un destino común de vulnerabilidad (Butler 2013). A pesar de sus derivas bien individualistas bien tribales, las relaciones entre mujeres en especial parecen estar guiadas, precisamente en virtud de este sentido de vulnerabilidad, por la necesidad de tejer tramas de significado que se plasmen en formas de reciprocidad simbólicamente innovadoras (el cuidado como práctica ecológica,
La resistencia de la diferencia: sexualidad y política en el postspatriarcado
irene strazzeri
2021-01-01
Abstract
La idea principal que guía mi reflexión sobre las relaciones sociales es la de que en esta fase de crisis radical de la modernidad –a la que está conectado el fin del patriarcado– estas comparten una ambivalencia estructural. En especial si se piensa en los vínculos sociales en términos de calidad. Por un lado, el neoliberalismo (De Majo 2014), auténtica reestructuración del capitalismo en la era global, que favorece el nacimiento de formas regresivas y destructivas de los vínculos sociales: formas que oscilan entre el surgimiento de un individualismo narcisista, de un deseo ilimitado que deviene tanto aprobación como indiferencia, y el resurgimiento de una especie de tribalismo, entendido como retorno a formas excluyentes. Por otro lado, la disolución del patriarcado (Strazzeri 2015), que sigue ofreciendo grandes posibilidades de independencia simbólica, inscritas en primera instancia en la pluralidad de relaciones entre mujeres. Ello encierra una posibilidad inédita de nuevas relaciones femeninas, que personalmente imagino «planetaria», aunque también entre mujeres y hombres, que aun con sus diferencias irreductibles, aparecen unidos por un destino común de vulnerabilidad (Butler 2013). A pesar de sus derivas bien individualistas bien tribales, las relaciones entre mujeres en especial parecen estar guiadas, precisamente en virtud de este sentido de vulnerabilidad, por la necesidad de tejer tramas de significado que se plasmen en formas de reciprocidad simbólicamente innovadoras (el cuidado como práctica ecológica,I documenti in IRIS sono protetti da copyright e tutti i diritti sono riservati, salvo diversa indicazione.